Alya

Alya

Recién bajado del avión, en el aeropuerto de Moscú, me dirijo a la salida para coger un taxi que me lleve a la dirección que me ha dado Alya, al salir por la puerta, justo enfrente una hilera de taxis esperando, me metí en el primero y le di la dirección para que me llevara.

Las instrucciones eran claras, una simple bolsa de viaje con lo justo para la higiene personal, lo puesto, sin nada de ropa interior, ni puesta ni de recambio, totalmente rasurado de la cabeza a los pies, nada de comer o beber en el trayecto.

Eran casi las 10 de la noche y desde las cinco de la mañana no había ingerido absolutamente nada y antes un simple café con leche con un par de tostadas, casi estaba desmayado de sed y hambre, pero tenía que aguantar hasta llegar a la casa de Alya.

El taxi tardó casi una hora y media en llegar, le pagué y me propuse entrar a la casa, un cierto reparo, miedo, excitación, ganas de aventura, hambre, sed y muchas cosas más se mezclaban en mi mente, pero no había hecho el viaje en balde, había decidido entregarme a ella como ella quisiera.

Consciente de que uno no conoce sus límites hasta que llega a ellos, decidimos que se irían explorando paulatinamente hasta que estos llegasen.

Estaba indeciso todavía delante de la puerta, un antiguo caserón las afueras de no se que ciudad, las instrucciones estaban en ruso y de noche no fui capaz de saber donde estaba. Estaba mal iluminado, por lo que no se veía gran cosa como para hacerse una idea de donde estaba.

Tenía que decidirme ya y llamé a la puerta, estuve unos minutos esperando hasta que se abrió, nada más entrar una vos me ordena que me desnude y deje todos mis enseres dentro de la bolsa, todos, gafas, reloj, ropa, etc. que me ponga a cuatro patas y que espere.

No vi a nadie, solo esa voz que escuché era toda mi referencia a quien habitaba esa mansión.

No se el tiempo que estuve a cuatro patas esperando con la cabeza hacia abajo, pero se hizo eterno, pero la aparición de unas botas negras, de tacón alto, botas que se posaron delante de mi boca, una orden de no levantar la cabeza para nada mientras no se me ordene y la de besarlas. A continuación esas botas me acercaron algo negro y grueso con la orden de cubrirme los ojos, cosa que hice sin rechistar ni mediar palabra, cosa que se me recordó, si no se te pregunta no puedes decir ni una palabra.

La estancia era bastante fría, pero la sola presencia de esas botas me calmó el frío, sólo el pensar que ya no me pertenecía, sino que era de ella me quitaba el frío y otros padeceres.

Me ordenó levantarme, no veía nada en absoluto, noté que se me cogían los testículos y se me colocaban varias anillas en ellos con un posterior clic, como si fueran un candado.

Un fuerte tirón de en los testículos y la orden de ir a cuatro patas me devolvieron a la realidad, llevaba algo que me tiraba de ellos y me hacía seguir a quien tiraba de ellos si no quería que me los arrancase.

Me preguntó si había comido y bebido algo y le dije que no. Bien me contestó, ahora te doy de beber. Noté que sus piernas se apretaban entorno a mi cara y una orden de ¡BEBE! Sin más opción de beber o atragantarme. No podía con tanto líquido de golpe y empecé a toser, pero no me dio tiempo, un fuerte tirón en los huevos y una orden que decía “límpiame” cosa que hice con la lengua hasta que me puso la boca en el suelo y me hozo limpiar todo lo que había caído guiándome con el tacón de las botas clavándose en mi nuca.

¡Esto es todo lo que vas a comer y a beber en tu estancia conmigo, comer sólo comerás si me da la gana, lo que me de la gana y cuando me de la gana y la orina será tu única bebida, la tomarás también cuando yo quiera, no cuando tu desees, no puedes pedir nada de nada, sólo obedecer!

Me colocó unas esposas en las muñecas, atadas a la espalda y esas atadas a la cadena que tiraba de mis testículos, cada vez que me inclinaba hacia delante tiraba de ellos con su correspondiente dolor.

Debía ser tarde, ni idea de la hora, sólo sé que ya estaba agotado, me ordeno entrar en un sitio, algo estrecho y con una sola barra en el suelo, cerró la puerta, y empezó a izarse, los pies me quedaron en el suelo, pero notaba el frío acero que subía hacia arriba, la barra del suelo poco a poco se fue colocando entre mis piernas, haciendo que mis pies se levantaran del suelo y quedaran en el aire, la barra, al principio no se notaba mucho, pero poco a poco se iba calando entre mis carnes hacia los huesos, mis cinto quince kilos hacían mella en este sitio, minutos, horas, ni se que tiempo, sólo que era insoportable el dolor que estaba padeciendo, hasta el punto en que se fueron durmiendo las piernas y toda la zona, no podía moverme ni tampoco veía nada, la venda no me dejaba ver.

Seguramente por la inmovilidad, por el sueño, el dolor y el agotamiento me quedé dormido. Un agradable despertar estaba notando, unas cálidas manos me estaban masajeando las piernas y pies, ya no estaba del todo suspendido, ahora podía tocar con los pies en el suelo si bien seguía de pie, muy placentero el masaje, pero quien me lo daba no decía ni palabra ni podía verlo o verla, pero por el tamaño de las manos más bien parecían manos femeninas.

Sin mediar palabra se izó de nuevo la jaula volviendo a estar los pies colgando, mi mente empezó a dar vueltas de nuevo, no sabía que pasaba, pero no por mucho tiempo, unos golpes en los muslos hicieron que dejara de pensar, solo concentrarme en los azotes que sin parar habían empezado, muslos, gemelos, plantas de los pies recibiendo sin parar, algunos latigazos azotaban mis testículos y glúteos, me daba la sensación de que me estaban arrancando la carne poco a poco, intentaba no chillar, pero llegó un punto en el que no pude. En ese momento si escuché su voz, ¡Nadie te ha autorizado a hablar ni hacer ningún ruido, esto será duramente castigado en su momento!

Todo mi cuerpo se estremeció al escuchar estas palabras, no sabía el alcance que podían tener, pero muy bueno no debía ser, por otro lado paró de azotarme y volvió a bajarme hasta el suelo, esta vez sí podía tocar en el suelo, si bien sólo con la punta de los dedos, pero la barra no se clavaba con tanta fuerza esta ves, pero también me estaba agotando de tanto esfuerzo.

Al cabo de un buen rato escuché tacones que se acercaban y también la jaula iba bajando poco a poco, un alivio después de tanto esfuerzo, se abrió la puerta y un tirón de los huevos me indico que saliera de la jaula.

Seguía con las manos atadas atrás con la cadena que sujetaba los huevos, me soltó la cadena de las esposas, pero a esas no me las quitó, me las dejó puestas, pero me mandó ponerme de rodillas y tirando fuerte de la cadena la seguía machacándome todas las rodillas a cada paso e intentando ir más deprisa, pues los tirones cada vez eran más fuertes, en varios de ellos me caí de bruces en el suelo, recibiendo una fuerte patada en los testículos cada vez, con las manos atadas a la espalda me costaba mucho levantarme y ponerme de rodillas de nuevo, pero los tirones hicieron hasta milagros.




Después de recorrer un largo pasillo y subir varias escaleras, las rodillas hechas polvo, los huevos destrozados, me ordenó parar, cosa que muy amable y gustosamente hice, me hizo subir como a una especie de taburete, pero algo más ancho, pues me hizo tumbar hacia atrás y toda la espalda me quedaba sobre la tabla, me ató los tobillos y empezó a abrirme las piernas, cada vez más, al principio casi no dolía, pero fue forzándolas más y más hasta que se hizo insoportable, en este momento paró, un alivio, doloroso alivio.

Se puso a acariciar mis partes íntimas, mis testículos, mi pene,una y otra vez, poco a poco se iba erectando, se paró de golpe, agarró el prepucio, noté unos fuertes pinchazos, como si me lo estuviera cosiendo, cosa que en realidad es lo que estaba haciendo, porque entre pinchazo y pinchazo notaba algo fino que se iba adhiriendo a mi pene y mi glande tenía la sensación de estar atrapado.

Un líquido fresco, casi helado cayó por mi pene, ufff, que escozor, debía ser alcohol puro, me quemaba por todas partes, por las puntadas, por dentro y por fuera, un ligero tembleque recorrió todo mi cuerpo y el ardor no desaparecía. Conocía esta sensación y se necesita tiempo para que se calme, el tembleque seguía, creo que alguna lágrima de mis ojos salía, pero la vende la absorbía.

Con delicadeza me levantó la cabeza, me dijo “bebe”, abrí la boca y un líquido tibio recorrió por mis pupilas gustativas, con sabor amargo y algo amoniacal, pero con la nariz que me había tapado no me quedó más remedio que beber todo, no se lo que había, pero con la sed que tenía me costaba acabarme todo aquello, parecía que nunca se acababa y cuando creía que así era, escuché una vos no conocida que decía “traigo otro bote”, no me dio tiempo a pensar, ese otro bote entro por toda mi boca, pero estaba mucho más frío, llevaba tiempo hecho ya, más asqueroso que el primero, pero al igual que el anterior, no tuve más alternativa, el estómago estaba lleno, si tenía el pene cosido las iba a pasar muy mal sin poder orinar y con todo lo que me estaban metiendo dentro del cuerpo....
Al cabo de un buen rato intentado aguantarme las ganas de orinar, me quitaron los puntos del pena, me desinfectaron con alcohol, otra vez el calor y escozor por mis genitales era casi insoportable, pero a ello se unía las ganas de orinar, pero una vez desinfectado me dejaron hacerlo en un orinal. Se me quitó la venda, las esposas, me costó bastante adaptarme a la luz artificial que había en el local, parecía un sótano, tipo bodega, con bóvedas y anillas colocadas en el centro de las mismas, en un rincón de dichas bóvedas había una ducha que salía de una pared y me ordenaron ducharme, el agua estaba helada, enjabonarme por todos lados hasta que me ordenaron que me aclarase, ya empezaba a tener pánico al agua tan fría, no estaba acostumbrado a las temperaturas tan bajas, siempre me duchaba con agua tibia o caliente, hasta en verano con agua algo tibia. Seguía con la cadena que me sujetaba los testículos, la arrastraba por el suelo.

A cuatro patas una vos me ordenó, no era la voz de Alya, era la de su ayudante, hizo que me acercara y me colocó un collar de perro ancho, de cuero, pero con púas en el interior, pasó la cadena que sujetaba mis testículos por el aro del collar, se sentó encima mía, me enseño un rabo de perro con un plug anal de bastante diámetro, empezó a jugar con mi ano para dilatarlo un poco, sin avisar lo entró hasta el fondo quedando bien insertado y yo con rabo.

Tirando de la cadena, la ayudante, morena, esbelta y alta, más no se me dejó ver, sólo unos zapatos de tacón bastante altos, negros y atados a la pantorrilla con unas tiras de cuero, un fuerte tirón en mis huevos me hizo seguirla, dando vueltas en círculo delante la Alya, allí estaba ella, sentada en un enorme sillón, en la penumbra, toda la luz me apuntaba hacia mi, pero se podía notar un traje de cuero, con pantalón, chaqueta y botas altas por encima de la rodilla, una gorra negra, con viera, y el hermoso pelo dorado que salía desde los laterales de la gorra, fusta larga y fina en las manos, esas enfundadas en guantes finos y negros, solo su presencia ya era imponente, respeto, adoración y hasta miedo a sus acciones si uno no se comportaba a su gusto, gustos que no conocía, lo que más hacía que casi me arrastrara a sus pies.

Un buen rato estuve dando vueltas en círculo, guiado por la ayudante que cada vez tiraba más fuerte, consiguiendo que el collar poco a poco se fuera clavando en la piel del cuello, pero sin hacer herida, poco a poco nos íbamos acercando con los círculos hacia Alaya, la cual aprovechaba para arrearme un fuerte fustazo cada vez que por delante pasábamos de vez en cuando me mandaba parar y con la fusta recorría los fustazos que había dado sobre mi piel.

Me hipnotiza el vaivén de ese rabo, cuando te mueves el se mueve como el de un perro, armonioso, de un lado para otro, movimiento hipnótico que me encanta y relaja, así que vas a ser mi perra hasta nueva orden, ladrarás, moverás la cola, saltarás, recogerás lo que se te ordene, lamerás, beberás y comerás cuando se te ordene, sólo te pondrás de pie si se te ordena y cuando se te ordene.

Otra cosa, mi ayudante y esclava se llama Diana y la obedecerás siempre que yo no esté, si yo no estoy ella es tu ama. Si lo has entendido ladra una vez, si no dos veces. Recuerda, un ladrido quiere decir si, dos ladridos quieren decir no. Son todos los sonidos que puedes emitir por ahora.

Hizo una señal a Diana y me llevó a un rincón del sótano donde había un comedero de perro con unas albondiguillas, aparentemente no se de qué, y otro comedero con agua limpia, me ordenó comer y beber hasta que quisiera.

Puso un candado a la cadena y lo enganchó a una anilla que había en la pared, me señaló un poco de paja que también había justo al lado y con un gesto, con la mano en la cara hacia un lado me indicó que era para dormir.

Sin terminar de comer ni beber se apagaron todas las luces, quedando todo en la más completa oscuridad, no se veían ni la más mínima rendija por donde se pudiera filtrar la luz, a tientas conseguí comerme esas albondiguillas de no se sabe que y beber, esta vez sí, agua limpia.

Me eché encima de la paja, me propuse dormir un rato, pero mi mente estaba ansiosa, deseaba saber lo que pasaría, imposible de predecir, sabía que lo que tenía que hacer era ponerme tranquilo y esperar acontecimientos, pero reconozco que no pude pegar ojo... Bueno sí, porque note una fuerte patada en mi trasero lo que hizo que me despertara de un sobresalto, la luz estaba encendida y me molestaba los ojos.....

Diana me arrastró literalmente hasta estar en presencia de Alaya, le entregó mi cadena, y salió del recinto.

Estaba a cuatro patas delante de esas botas negras de mi diosa Alya, con la cabeza mirando solo las botas, sin atreverme a levantarla nada más.

Lame las botas, sin manos. Su voz retumbó en mis oídos y sin pensarlo dos veces me puse a la labor, despacito y a lametazos largos recorriendo poco a poco toda la superficie de la piel que forman las botas, primero una luego la otra, intentando acercar la boca por todas partes y así no dejar ningún rincón, la lengua de tanto trabajo ya empezaba a dolerme, los músculos faciales ya estaban doloridos, pero los tirones de cadena hacían que siguiera y siguiera hasta que me ordenara parar. Y así lo hizo, pero para que me diera la vuelta y pusiera la boca hacia arriba. Enseguida puso sus suelas para que las limpiara, cada vez que aflojaba un poco el ritmo un fuerte fustazo en mis partes íntimas y un tirón de cadena me hacían seguir sin parar.

La sola presencia de esa diosa vista desde abajo me excitaba de tal manera que mi pene estaba completamente erecto, cosa que los fustazos se encargaban de mantenerlo un poco en su sitio, pero poco duraba. Arriba, abajo, arriba, abajo, un juego al son de los fustazos.

Tiempo interminable por un lado, demasiado corto por otro, un placer tal labor, aunque fuera torturado, sólo con su presencia y la vista que tenía ya me daba bien pagado, parecía que estaba soñando, pero su vez de nuevo me despertó y me volvió a la realidad.

¡Vamos! Me tiró la cadena para que la cogiera con los dientes y la siguiera
Salimos al exterior de la casona, estaba nevado, por lo menos dos palmos había en el suelo, hacía un frío que helaba hasta los dientes al respirar, era nieve blanda y al andar a cuatro patas me rozaba la barriga la nieve, lo que hacía que casi todo mi cuerpo estuviera sumergido en la nieve aumentando la sensación de frío....

Me costaba seguirla, ella andaba rápido y a mi me costaba mucho ir detrás, pero la seguí mientras pude, luego no me quedó más remedio que seguir sus huellas. Ellas me llevaron a donde estaba ella, unos establos con caballos, todos ellos muy bien cuidados, la temperatura ya era mucho más agradable, por lo menos no tenía la nieve debajo de mi, poco a poco entré en calor, y más aún cuando empezó a azotarme por no seguirla, diciendo al mismo tiempo, ¡Te voy a castigar muy severamente! Acto seguido ensilló un precioso caballo negro, pelo brillante, con unas trenzas muy bien hechas, precioso estaba.

Me hizo señales para que me pusiera justo al lado del caballo, ella se puso encima con sus negras y altas botas de montar y montó el caballo, me indicó que cogiera una cadena que había colgada en las pared de los establos y que me la enganchara a la anilla de mis testículos, cosa que hice, luego le dí el otro lado de la cadena a ella, que la cogió y la ató a la sillas de montar.

¡Puedes ir erguido, pero te conviene no perder el ritmo del caballo, sino te va a arrastrar y donde está la cadena va a ser bastante doloroso, así aprenderás a seguirme cuando te lo digo!

En seguida el caballo se puso en marcha, primero despacio, pero aumentando la velocidad paulatinamente, lo que hacía que ya tuviera que correr en el casi imposible camino de nieve, agotador desde el principio, pero por la cuenta que me traía mejor no le dejaba que me arrastrase, con todo el frío que hacía estaba sudando como se me hubiese llenado de abrigos o si fuera en pleno agosto, el ritmo era casi insoportable, pero esta vez sí lo pude seguir hasta que se paró.

Estaba completamente agotado, pero me hizo poner debajo del caballo y bajo de él colocándose sobre mi espalda con sus negras y altas botas de montar.

Bajó al suelo, me acerco a un árbol caído por la nieve me puso encima y con la cadena me ató el cuello por debajo del árbol y sujetado a mis testículos como estaba, empezó a acariciarme el agujero del culo que llevaba con la cola puesta, me la arrancó literalmente, y luego me penetró con un dildo hasta que se cansó, me desató y me hizo colocar la cola de nuevo, esta ves más despacio, pero a cuatro patas.

Cuando llegué no me quedaban fuerzas para nada más... Bueno, eso creía yo, en el mismo establo me ordenó ducharme, esta vez con agua tibia, después de secarme me acercó unas medias negras, un liguero, una faldita muy corta que no tapaba prácticamente nada, un sujetador que solo eran dos copas con algo en el centro que cuando empecé a mirar no tenía ni idea para que era, pero ella se acercó, cogió uno me lo acercó y como por arte de magia quedo agarrado a mis pezón, luego le dio unas cuantas vueltas a otra especie de pezón que tenía el sujetador y empezó a estirar, cada vez más estirado y más dolorido, con el otro hizo lo mismo, luego me ordenó que siguiera vistiéndome con las prendas que me había dado.

Acercó una enorme bola para la boca, me la puso y la ató a mi nuca, la boca parecía que se me iba a desencajar con esa enorme bola, pero poco a poco me fui adaptando, si bien estaba babeando todo el tiempo, no me vi en el espejo, pero vestido como estaba y con la colita de perro puesta debía de estar horrible, mi cuerpo no es que sea una maravilla, y con este vestido... sentía una vergüenza horrible.

No acabó ahí la cosa, también me acerco unos zapatos de tacón, hechos de acero inoxidable, pero un tacón muy elevado, por lo menos de unos 15 cm. para que me los pusiera, se ataban por encima de los tobillos, pero se cerraban con un candado cada uno, pero unidos con una cadena de unos dos palmos de larga. Me paso la cadena de mis testículos por la de los pies y le colocó otro candado, pero con la particularidad de que no podía ponerme del todo de pie sin arrancarme los huevos.

Me ordenó seguirle, cosa que hice encantado, pero me costaba mucho el andar con esos zapatos, nunca había andado con zapatos de tacón, y menos de acero rígido, parecía un pato, pero lo que más me dolía es que no podía estirar del todo las piernas, todo era un tanto complicado....


Recorriendo largos pasillos llegamos al salón comedor, lleno de gente al rededor de una mesa, había de todos los sexos, porque ya me había desinhibido bastante, pero aún así me daba algo de reparo el que me vieran con esa vestimenta, creo que me puse todo rojo de vergüenza, sin rechistar le seguí hasta lo que debía ser su asiento en un extremo de la mesa, de un fustazo me hizo poner erguido, con su correspondiente dolor en los testículos del tirón que me di con la cadena que de ellas llevo atada y esta en la cadena de los tobillos.

Las lágrimas me caían de los ojos de dolor, Alaya me miró fijamente, sonriendo por lo que había conseguido, por esas lágrimas.

Se acercó al oído y me ordenó no mover ni un músculo hasta nueva orden, me hicieran lo que me hicieran y, sobretodo, que me mantuviera erguido.

Con el tirón de huevos que llevaba, casi se me heló la sangre de pensar que pudiera estar mucho tiempo así, me estaban tirando fuertemente en esta postura y era una tortura constante.

Ella a mi lado, sentada y hablando con todos, parecía que yo ya no estaba ahí, era un simple objeto de decoración, eso sí, con lágrimas cayendo constantemente desde mis ojos....

El tiempo que llevaba en esta postura, no se cuento era, pero se hacía muy largo, un fuerte fustazo me volvió a la realidad, me agaché un poco, pero se enfadó por agacharme, me dijo que ella no me había ordenado nada, por lo que soltó la cadena de mis testículos y la ató un poco más corta ordenándome lo mismo que antes, que no me moviera para nada, haciéndome dar otro tirón al erguirme de nuevo, pero esta vez más doloroso, era mucho más fuerte.

Se levantó de su silla, invitó a los demás a hacer lo mismo, los llevó a un armario, les dijo “Cojed la que más os guste.

No escuché más palabras, de sopetón un fuerte fustazo se cruzó sobre mi espalda, unos dedos acariciaron el surco que seguramente había dejado, por la finura del tacto debía ser una mujer, pues no veía bien quien me estaba dando, así estuvieron no se cuanto tiempo, uno detrás de otro, diversos instrumentos, diversas intensidades, algunos con caricia, otros sin nada, toda mi piel de la parte posterior me estaba ya ardiendo, espalda, muslos, nalgas, partes posteriores de los brazos y antebrazos, en todos lados había algún golpe, otros se habían colado por mi parte delantera, como algunos de látigo que terminaron con la pinta en mis pezones ya de por si doloridos con el sostén que de ellos me estaba tirando, algunos cruzados por el vientre y algunos que se habían colado por mi pene y testículos, un rato interminable, pero en el fondo, disfrutado con intensidad.


Al acabar todo, me ordenó vestirme con mi ropa y que me fuera, pero no sin antes darme un fuerte beso en los labios, sin esperarlo.

¡La próxima vez que vengas no seré tan blanda contigo, no la olvidarás jamás! Fueron sus últimas palabras antes de salir de la mansión. Palabras que todo el camino a casa retumbaron en mi cerebro...


Tenía unas ganas de volver enormes, pero lo que si era seguro era que todo el tiempo que estuviera sin volver no podría quitármela de la cabeza......

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