Capítulo
cuarto
Suena
el teléfono, lo cojo, una voz masculina desde el otro lado me dice:
Buenos días Sr., le llamo para recordarle que hoy a las 12 de la
mañana tiene que dejar la habitación libre o renovar su estancia.
Como que me tengo que ir, si hace dos días que llegué pregunte, Lo
siento Sr., pero ya hace un mes que llegó a esta casa y estamos a 31
de octubre, ¿Qué? Pregunté. Si lo prefiere baja a recepción y
hablamos contesto el recepcionista.
Bajé
a hablar con el recepcionista, persona que no recordaba haber visto
jamás y le pregunté que pasaba, me enseñó el registro de entrada
y el día de hoy. Me quedé blanco, solo recordaba que me había ido
con una rubia recepcionista, pregunté por ella y me contestó que
nunca a habido una recepcionista rubia y con los detalles que le di.
Al alejarme para subir a mi habitación para coger las maletas me
dijo, “un momento, por favor, tengo algo para usted” me dio un
sobre con algo sólido dentro. Y al abrilo me encontré con una nota
que decía, no vea lo que hay en el pendrive hasta llegar a casa. No
entendía nada, tampoco podía verlo, no me había traído el
ordenador, así que hice las maletas, revisé los billetes, llamé a
recepción para pedir un taxi para el aeropuerto, bajé las maletas,
no sin darle vueltas y más vueltas a todo lo sucedido, no entendía
nada y había perdido un mes de vacaciones, o por lo menos, no
recordaba nada de nada, solo una fantasía que ya no sabía si era
cierta o no, todo eran preguntas, ninguna respuesta.
Todo
el camino intentando recordar algo, pero ni modo, nada recordaba,
tenía ganas de llegar y ver el famoso pendrive, ganas y miedo a la
vez a ver lo que contenía.
A
media noche llegué a casa, cansado de tanto pensamiento inútil,
pues ninguna respuesta obtuve, dejé las maletas para coger en
dichoso pendrive de una de las bolsas y el buscarlo me encontré con
algo que no me era familiar, lo saqué y era una bolsa con un collar
negro de perro, lo miré con atención, la pesadilla continuaba,
llevaba grabado mi nombre y una frase que decía, “siempre serás
mi perro, me perteneces para siempre”. Me quedé atolondrado, seguí
buscando el pendrive lo cogí y me lo llevé al ordenador para ver su
contenido.
Enseguida
se puso en marche el lector de vídeos, ni tan siquiera pude ver los
archivos que contenía y empezó el vídeo con la misma frase del
collar, mi nombre y “siempre serás mi perro, me perteneces para
siempre”.
Acto
seguido se me ve como voy de a cuatro patas, tal como recordaba que
era lo que había pasado, todo lo que recordaba y un montón de horas
de grabación, solo se me veía a mi, el cuerpo de ella y de sus
amigas, jamás pude ver una cara ni nada que pudiera identificarla,
acabé de ver todas las filmaciones con las escenas más escabrosas
que se puedan imaginar, hasta perros dándome por culo o yo
chupándole el cipote, escenas vampirescas donde hasta mi sangre era
la bebida preferida, donde era violado por muchos hombres a la vez,
gang bangs, vestida y actuando de sisi, de puta en la calle, azotado
con todo lo imaginable y lo inimaginable, etc.
Al
final de todo la misma frase “siempre serás mi perro, me
perteneces para siempre” “y este collar que tienes aunque no te
lo pongas siempre lo sentirás en tu cuello”.
Eran
casi las doce de la mañana, ya había llamado al trabajo diciendo
que por cuestiones personales llegaría más tarde, tenía que ir a
trabajar si o sí. Escondí en pendrive, el collar, apagué todo y me
fui a trabajar, agotado, confuso, intrigado y todavía con más
preguntas que antes y estas malditas frases que me corroían por
dentro “siempre serás mi perro, me perteneces para siempre” “y
este collar que tienes aunque no te lo pongas siempre lo sentirás en
tu cuello”.
En
el trabajo me costaba concentrarme, no entendía nada, mi segundo me
pregunto si me pasaba algo malo, le dije que no, que estaba agotado
del viaje, pero que todo pasaría.....
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